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20070108

La pana del tonto

Manuel Moreno, taxista de Santiago de Chile, pensó que eran dos clientes más. Y contento con la perspectiva de hacer un viaje más esa noche, recogió a los dos pasajeros. Pero al rato los hombres lo amenazaron con un revólver, lo metieron en el maletero del auto, y se llevaron el vehículo.

No bien habían vuelto a echar a andar cuando ocurrió lo que en Chile llamaban «la pana del tonto»: el auto se quedó sin gasolina. Los asaltantes, enojados, fueron a buscar más combustible, pero el auto no arrancó. Sacaron del maletero a Moreno y lo obligaron a empujar, pero ni aun así arrancó el auto. Entonces, furiosos, dejaron a Moreno con su auto parado y se fueron profiriendo amenazas.

Para Manuel Moreno fue providencial sufrir el conocido percance. Salvó su dinero, su auto y tal vez hasta su vida. Así como a él le resultó bueno sufrir «la pana del tonto», es decir, quedarse sin el combustible necesario para seguir adelante, también otros han salido bien librados en momentos y circunstancias en que se han quedado varados.

Eso le sucedió, ya hace muchos años, a un joven dominicano que anduvo toda la noche recorriendo la zona roja de Santo Domingo. Iba en persecución de una deslumbrante mujer de la vida nocturna. La siguió a través de innumerables bares, clubes, cantinas y salones de baile. Pero no la pudo hallar. Por fin, hacia la madrugada, vio la puerta abierta de una pequeña iglesia y entró. Esa madrugada aquel joven escuchó la buena noticia que Dios envió a su Hijo al mundo a salvar al más perdido, y fue así como halló a Cristo, quien le dio una vida nueva.

Sería bueno que se nos acabara el combustible de la voluntad cuando estamos a punto de cometer un acto que traerá ruina y vergüenza a nuestra vida. Bueno sería también que por cualquier razón se frustrara el adulterio hacia el cual nos empuja el diablo; o el robo, la estafa y el contrabando, hacia los cuales caminamos movidos por la codicia.

En tales casos, cuando el eterno enemigo de la virtud nos incita a cometer una falta, nos conviene sufrir «la pana del tonto», quedándonos sin la energía necesaria para actuar. Entonces, como Manuel Moreno, tendremos motivo para darle gracias a Dios, porque el poder de Dios se perfecciona en nuestra debilidad.
No hay nada mejor, para vivir sin problemas morales, que entregarle la vida a Cristo. Porque Cristo es, dentro de nosotros, la fuerza motriz que nos hace actuar siempre con justicia, rectitud y honradez.


(Gracias hermano Pablo por compartirlo)

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